Seguimos con la segunda
parte de “la belleza de las fotografías macabras”; otros cuatro artistas
que quieren sorprendernos con imágenes de sus mundos más terrenales y sus
anhelos más íntimos. Día a día, cuando navego por internet observo nuevas e
interminables fotografías que no terminan de impactarme con su extraño
atractivo.
Christopher McKenney, con su gran repertorio de fotografías surrealistas.
Mundos paralelos, cosas inconexas, sábanas, máscaras y gritos mudos se combinan
para crear imágenes peculiares donde la coherencia no existe. Lo que
caracteriza su trabajo es la ausencia de alguno de los miembros del cuerpo de
los personajes que retrata; esa carencia es la que otorga una narración particular
a sus fotografías por parte del espectador.
Helen Warner, se decanta por la delicadeza de la figura femenina. Retratos de pálida
tez que parecen caerse en pedazos; flores que abrazan y arropan los cuellos de
las mujeres; bosques fríos; miradas abismales… Un estética que juega con los
colores alternándolos a su antojo consiguiendo un gélido ambiente. Pieles
blanquecinas que desprenden una quebradiza ternura. Unos fondos oscuros en los que los personajes eclipsan todo el encuadre.
Chris Scarborough conjuga su faceta ilustradora para concebir sus fotografías. Los hombres
y mujeres que retrata, más que personas normales parecen muñecos de porcelana
debido a los grandes ojos que poseen. Obviamente, nuestro fotógrafo los altera
para conseguir llamar la atención del público logrando crear una sensación de
rareza y despego. Lo que podrían ser unos retratos de toda la vida, se
convierten en retratos bizarros que penetran con esa mirada macabra. Para
acentuar más el efecto, los rostros aparecen reflejados con una fuerte iluminación
que intensifica los ojos de los personajes. En estas fotografías observamos una
serie de híbridos que producen escalofríos a cualquiera.
Federico Beber, unos blancos y negros muy marcados son los encargados de enmarcar los
alaridos solitarios de los individuos que encabezan las imágenes de nuestro
fotógrafo. En ocasiones, acentúa los tonos rojizos aplicando ese toque sutil
sangriento. Como si de ilustraciones se tratasen, altera las imágenes
retocándolas hasta el extremo. De hecho, me recuerdan en cierta manera a los
dibujos de la famosa Victoria Francés; fotografías tétricas, oscuras y
desgarradoras.
Por Jennifer Custodio.
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